Según el diccionario de la RAE, “manipular” significa influir en las opiniones y acciones de una o más personas. La definición no dice si la “manipulación” es buena o mala y si el “manipulador” lo hace por el bien o el mal del “manipulado”. Por ejemplo, la publicidad manipula a los consumidores, para adquirir productos buenos y otros no tanto, un líder “manipula” a sus seguidores, a veces para el bien y otras no tanto, los políticos manipulan a sus votantes, pocas veces para el bien y la mayoría de veces no tanto. Las personas “manipuladoras” son simpáticas y fundamentalmente verborragia, el objetivo es “ayudar” a tomar decisiones que “creemos” propias, pero que fueron inducidas por el “manipulador”, por ejemplo, en una tienda el vendedor nos “convencerá” que compremos la prenda más cara, porque nos queda mejor, aunque el verdadero motivo, es que él cobrará mayor comisión por esa venta. Así como un vendedor “manipula” al cliente, el escritor puede “manipular” al lector para ser “atraído, atrapado y amarrado” por su libro, entusiasmándose con la obra, incluso recomendándola a sus amigos, más adelante veremos como muchos escritores exitosos lo hacen. La pregunta clave es... ¿Cómo transferir la simpatía y verborragia del manipulador a las letras?
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AutorCesar Leo Marcus Archivos
Septiembre 2019
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